jueves, 24 de febrero de 2011

A TOLEDO NO SÓLO SE VA A HACER TURISMO

Hola, os dejo unas fotos que nos hicimos un día que estuvimos currando en la universidad de Toledo.
Ese día nos sobró tiempo y nos escaqueamos aprovechando que nuestros jefes no podían vernos, jejeje. Si están en Madrid; a ver cómo coño nos iban a ver.

Pues eso, que nos perdimos un ratito a hacer turismo, con ropa de trabajo y todo, ahí, con un par.

lunes, 14 de febrero de 2011

EN UN PARQUE

Os dejo un vídeo en el que en una mañana de las que no hay mucho curro, nos ascendieron al Deparatamento de Publicidad y Marketing a Paulo y a mí. Y en un pronto de esos míos, me puse a jugar en un parque de esos que hacen para que los jubilados hagan gimnasia.
Lo del departamento de marketing por si alguien es cortito, pues que sepa que era repartir propaganda de la tienda por los buzones.
Y no, no me da vergüenza decirlo, es trabajo al fin y al cabo, y prefiero eso a estar en la cola del paro.

miércoles, 9 de febrero de 2011

NO TE OLVIDES DEL PASADO, SÓLO DE LO MALO

   Pues sí, del pasado hay que olvidar únicamente lo malo, nunca lo bueno.
   Digo esto porque estamos acostumbrados a que nos digan que tenemos que dejar de volver la vista atrás y mirar hacia delante; pero me he parado a pensar, y gracias a una serie de cosas que me han pasado me he dado cuenta que no es así. Es más, hay que mirar mucho para no volver a cometer los mismos herrores, y si los cometemos pues que sea con consecuencias menos negativas.
  Durante el  año pasado y principios de este me he reencontrado con muchísima gente que no veía desde hace casi veinticinco años en algunos casos. Y debo decir que me ha supuesto incluso un cambio radical en lo que he pensado durante años sobre ciertas cosas. Me refiero a que algunos temas, familiares más concretamente, los tenía como muy claros por lo que me habían contado, y en cambio al reencontrarme con parte de mi familia a la que no veía me ha ayudado, escuchando su versión sobre algunos temas, a adquirir una nueva forma de ver algunos temas que quizá estaba viendo desde un punto de vista no del todo correcto o acorde con mi forma de ver las cosas. Más bien lo veía según los ojos de las personas que me contaron su versión. Y es por esto que me he dado cuenta que sí hay que mirar hacia atrás para incluso ver algunas cosas desde otra perspectiva y renovar la idea que tenemos de según qué temas.
   Me he reeconcontrado con compañeros del colegio, con una chica de la que me colgué muchísimo y que no me hizo ni caso. Pero el reencuentro que más he deseado y más trabajo me ha supuesto ha sido el que tuvo lugar la semana pasada en Alicante con una persona muy muy especial. Marga.
   Nos conocimos cuando yo hacía la mili en  Cruz Roja porque ella tenía un bar donde solíamos ir a desayunar, comer, cenar, merendar..............vamos que estábamos allí más que en nuestro cuerpo de guardia jejeje, y por casualidad salió con algunos de nosotros una noche a tomar algo y congeniamos, así de simple. Nada de atracción sexual, ni sentimental.   
   Una amistad de las que hoy día es difícil encontrar. Incondicional, de las que no se espera nada a cambio ni ella te pide nada.
   Para mí fue como una especie de salvadora, y que nadie piense en nada religioso eh. Digo esto porque me salvó en muchas cosas, entre otras en la de caer en la más profunda de las depresiones porque mi madre había sufrido una serie de operacines de las que no nos daban muchas esperanzas y estaba teniendo una recuperación lenta, dolorosa y muy dudosa porque nunca sabíamos cómo la íbamos a encontrar por la mañana al llegar al hospital. Fueron meses muy duros para mí, que con dieciocho años me vi con lo único que representaba valor para mí, osea mi madre, muy enferma y sin saber muy bien qué futuro tenía, me vi sin trabajo, haciendo la mili, sin hablarme con mi padre nada en absoluto y con mis hermanas viviendo a unos cuantos kilómetros y sin poder ofrecerme toda la ayuda que yo necesitaba en aquél momento. Entonces, una persona que te escucha, te acompaña, y te da algo de cariño de manera totalmente altruista, no puede ser otra cosa que una salvadora. La verdad es que ambos fuimos un apoyo mútuo, porque ella tampoco estaba en su mejor momento, debido a una separación algo problemática; y entoces es como que un poco los dos nos arropamos mútuamente.
   Fue una persona capaz de aguantar que llamase a su puerta a las doce de la noche en invierno, y abrirme y recibirme como si nada. Hasta me preparó la cena alguna vez.
   Horas y horas de conversación, pero  de amanecer dormidos en el salón, seguramente habiendo caído rendidos por el agotamiento de hablar tanto hasta quedarnos sin saliba.
   Desde luego con ella me pasaron las cosas más absurdas y divertidas de mi vida, o al menos en aquellos momentos. Éramos impulsivos a más no poder. Por nombrar un ejemplo: Una vez cayó una nevada y en lugar de quedarnos en casa, viendo el temporal, pues nos fuimos tan chulitos a San Lorenzo del Escorial para comer en el chino y ver la nieve jejeje. Qué locos, nos podíamos haber visto allí atrapados y no llevábamos ni cadenas ni nada para la nieve, pero vivimos el momento a nuestro antojo y eso es lo que cuenta.
   La gente pensaba y murmuraba incluso que estábamos liados, pero nos la sudaba, porque nosotros sabíamos muy bien lo que éramos (y somos) y allá cada cual con sus pensamientos. De verdad, juro que nunca hubo nada que no fuera una verdadera y profunda amistad basada en la confianza más absoluta. Pero de cara a los demás la confianza a veces no es propia de una hombre y una mujer que son amigos, sino de una pareja. En fin, que les den por culo, eso pensábamos.
   El caso es que pasados unos años, pues yo me fui a vivir con mi chica y como siempre pasa en estos casos la amistad no se perdió, pero por esa forma estúpida que tenemos de pensar cuando nos enamoramos, la amistad quedó aparcada en un segundo plano y además por culpa de unas malas personas me vi mal influenciado llegando incluso  a hacer comentarios fuera de lugar sobre ella.
Y como en todas estas cosas, pues, al final uno se distancia. Y cuando pasan los años y haces balance de lo que has vivido en los últimos años, te das cuenta que echas de menos a algunas personas y que además tienes cuentas pendientes con algunas de ellas. En este caso mi cuenta pendiente ha sido pedirle perdón por cosas que pude decir y que no tenía ningún derecho, o al menos con ella porque está claro que con todo lo bueno que hizo por mí, no se lo merecía. Pero a veces, cuando te distancias de las pesonas, es tanto el distanciamiento que no sabes ni siquiera que se han ido a otra ciudad, y para cuando quieres o te das cuenta de su falta, ya es tarde y no se las localiza. Como me ha pasado con Marga, que supe que se había ido a Alicante de pura casualidad y gracias a que fui a montar unos muebles a casa de una persona que conocíamos los dos y ésta me lo dijo.
   Pero sucede a veces que por más que quieres, no das con alguien y al final es como que cesas del intento, o perdes fuerza en la búsqueda hasta dejarlo.
   El caso es que  gracias a mi trabajo de montador de muebles, y nuevamente a Cruz Roja, la encontré.
   Las casualidades existen, vaya que sí. Fuimos a Cruz Roja Brunete a montar una serie de cosas, y mira tú por donde hablando con la gente de allí de los años que estuve yo en esta organización, apareció una chica que curiosamente me preguntó si conocía a Marga, y claro, fíguráos cómo se puesieron los ojos, como auténticos platos jejeje. Empezamos a hablar y ambos coincidimos en  lo mismo; que no sabíamos nada de ella pero que queríamos saber. El tema quedó en que cualquiera que averiguara algo se lo diría al otro a través de la tienda en la que trabajo. No hizo falta. Un día coincidimos en la tienda y me dijo que la ´había localizado y me dio su número de teléfono. No tardé ni dos minutos en llamarla. La verdad es que debo reconocer que me encontré una persona decaída y con voz de no estar pasándolo muy bien. Lo noté sobre todo en la forma de reirse, que aunque es evidente que era su risa, pero no eran esas carcajadas que yo recordaba. Carcajadas enérgicas, de esas pegadizas que hacen que los demás se rían sólo de escucharlas. A medida que hablamos parece que cambió algo su tono de voz, pero no dejé de notar esa pesadez con la que uno habla cuando no está en su mejor momento.
   Me dio mucha alegría hablar con ella, pero me quedó un sabor muy amargo  y muy triste de encontrar una amiga que conocí con tanta energía, ahora apagada y viviendo, por decirlo de alguna manera, por inercia.
   Dijimos que teníamos que vernos. Y ya se sabe que en estas cosas, o lo haces, o pasa el tiempo y vuelves a caer en la pérdida de contacto. Así que me puse manos a la obra, busqué un vuelo para un día que yo libraba, le dije que iba y así fue.
   Los días previos los pasé con unos nervios como niño pequeño esperando la visita de Papá Noel. Y es que no era para menos. Pero si el día antes tuve que tomar una pastilla para dormir porque era incapaz de pegar ojo.
   Un vuelo de  unos cuarenta minutos se me hizo como si durara un siglo. Y bueno, los cinco minutos que uno tarda en bajar del avión y salir de la  terminal, para mí fueron los más largos.
   Pero sin duda mereció la pena.
   No soy capaz de describir todo lo que sentí en el momento de atravesar la puerta de llegadas del aeropuerto y oir una mujer que gritaba:-¡¡¡ Mírale, ahí está!!!- Y sí, era Marga la que gritaba.
   La reacción fue mútua. Ambos corrimos en busca del otro y cuando nos encontramos nos dimos un abrazo que sin duda alguna hizo que nos olvidáramos de todo lo malo que pudiera haber ocurrido años atrás y dio paso a lo bueno que tendrá que venir a partir de ese momento.
   Supe por su hija que lloró mientras esperaba la llegada de mi vuelo. Y hoy por hoy, pensar que alguien lloró esperando mi llegada, hace que casi llore yo pensando que ahí fuera, aparte mi familia, hay gente que me aprecia y me quiere tanto como para llorar delante de cientos de personas en un aeropuerto esperándome a mí.
   El día lo pasamos sin parar de hablar y reconrdar todo lo bueno que pasamos juntos, y yo, a mi manera, disculpándome por los comentarios del pasado.
   Hasta me bebí una botella de cava yo sólo de la alegría de volver a verla, y yo no bebo, o al menos a esos niveles jejejej. Si me bebo un vaso de vino me tengo que acostar, osea que imaginad la emoción del momento.
   Lo peor para mí fue la vuelta. Despedirte de alguien a quien sabes que no verás en un tiempo es muy duro, y no sabes bien qué decir ni qué hacer. Yo traté de que no fuera demasiado dramático y seguimos en plan de coña. Pero pasar el control de seguridad del aeropuerto viendo como ahí fuera dejas una persona muy importante, es muy triste. Tanto, que no te das ni la vuelta porque como suele decirse hay que mirar  hacia delante, y ahora entiendo por qué. Porque si miras atrás se hace más triste aún la despedida. Pero da igual, las despedidas siempre son muy tristes.  Me da vergüenza reconocerlo pero debo hacerlo. No lloré a la llegada pero sí lo hice a mi partida. Lloré porque soy humano, y me entristece despedirme de la gente a la que quiero y a la que sé que no veré en meses. Ya sé que es muy ñoño decirlo pero así fue y así lo cuento. Menos mal que tuve tiempo de lloriquear agusto hasta llegar a mi puerta de embarque, que era la última de la terminarl, y encima era el último vuelo de la noche, lo que hizo más triste si cabe la despedida porque no había nadie en el aeropuerto, encima fui el último pasajero en embarcar y recorrí toda una terminal sin cruzarme con un alma viva.
   A bordo del avión, y durante el despegue no pude evitar alguna lagrimilla de nuevo porque ahora sí no había remedio y volvía a Madrid. Por suerte me dormí, porque si no, menudo viaje de lloriqueo.
  Me desperté con el brinco del aterrizaje. Y ahí sí, vuelta a mi realidad.
   Sólo espero que el sentimiento haya sido mútuo, y que lo que nos dijimos no sea por compromiso sino porque verdaderamente los sentimos.  Y si así es, pues que nos veamos a menudo y no cada década.
   Está claro que este reencuentro me ha hecho mucho bien. Espero que a ella también, y que ese estado de ánimo haya subido un poquito de igual manera que ella hizo conmigo justo ahora hace catorce años cuando yo peor lo pasé.
   Con esta visita además me he dado cuenta que no sirve tener en el pensamiento a la gente que quieres sino que hay que poder abrazarles y sentirlos físicamente. No basta una llamada de teléfono. El contacto con las personas tiene que ser directo, frente a frente. Y por mi parte espero que a partir de ahora así sea.
  
   Un brindis por todo lo bueno, y por lo que está por venir.

    Un fuerte abrazo, a Marga.